martes, 16 de octubre de 2012

Mi lista de deseos

Mientras escribo estas líneas, las delegaciones tanto del Gobierno colombiano como de las FARC viajan, desde Bogotá y La Habana, respectivamente, rumbo a Oslo para dar comienzo a un nuevo proceso de negociación de los términos de un eventual fin del conflicto entre ambas partes. Al igual que muchos otros colombianos, tengo aún vívido el recuerdo del anterior intento de lograr la paz, que se caracterizó por las excesivas concesiones por parte del Gobierno a cambio de nada, incluyendo el despeje de un área tan grande como Suiza donde la guerrilla se dedicó a fortalecerse, a cometer secuestro, extorsión y abigeato a granel, y a burlarse en la cara del presidente Pastrana. Con este antecedente, mi actitud hacia el nuevo proceso es la de un muy cauto optimismo, de donde me surge una lista de deseos que espero se vean reflejados en el futuro próximo.



Son cinco los puntos a discutir en esta etapa: desarrollo agrario, participación política, fin del conflicto, drogas ilícitas y víctimas. De los cinco, cuatro tienen que ver directamente con el objetivo a lograr, que es acordar los términos para la paz. El tema de desarrollo agrario, en cambio, me parece que está discutiéndose en el momento equivocado. Sin duda alguna (y esto es algo en lo que yo siempre he insistido) , este es un conflicto en el que las tierras rurales tienen mucho que ver. Las injusticias en la distribución de dichas tierras, y las iniquidades cometidas por los latifundistas, fueron y han sido siempre combustible para el fuego de la guerra. Pero en este momento no se está discutiendo el trasfondo. Ese es un asunto de políticas públicas que debe tratarse al inicio del post-conflicto. Ahora lo importante es resolver el problema vigente, que es la existencia de unas estructuras armadas financiadas con el secuestro y el narcotráfico. Una vez exista el compromiso de las FARC de no delinquir más, y del Gobierno de darles a los guerrilleros todas las garantías políticas para participar en los procesos de construcción y definición del futuro del país, ahí sí que se discutan esos temas de fondo. Ya sé que este escenario no se va a dar, pero igual lo pongo en mi lista de deseos.

Por otra parte, deseo que esto siga siendo lo que fue desde un principio: un diálogo entre DOS partes. Muchos colectivos quieren convertirse en partes con sitio propio en la mesa, y eso, señores, no puede ser. Dice un dicho de la sabiduría popular: "Si quieres que nada funcione, crea un comité". Entre más elementos con voz propia se incluyan en una discusión, mayor es la probabilidad de que esta se enrede y no se llegue a nada. No quiere decir esto que esos colectivos deban ser ignorados, ni mucho menos, ya que entre ellos se cuentan algunos tan importantes como las asociaciones de víctimas. Es deber del Gobierno mantener una conversación permanente con todos los grupos interesados para mantenerlos al tanto del avance de la negociación así como para saber qué quieren esos grupos que se lleve a la mesa. Las mesas regionales propuestas por las Comisiones de Paz del Congreso me parecen una iniciativa no sólo sana sino útil para lograr este propósito. Pero nadie distinto a quienes se han de sentar dentro de unas horas a negociar debe estar ni en Oslo ni en La Habana.

Deseo también que se mantenga la cautela con la que se inicia el proceso. Que por favor no nos pase con la negociación lo que nos pasa con el fútbol: que nos entre el triunfalismo ante unos pocos logros puntuales y ensillemos las bestias antes de traerlas. Cualquier gesto de buena voluntad de las FARC debe verse como lo que es y no como la antesala de la paz. Hasta que no haya acuerdos firmados no se puede celebrar nada. Pero tampoco nos desanimemos ante cualquier obstáculo que surja. No se nos puede olvidar que estos son procesos difíciles, que 13 presidentes ya han intentado lograr la paz infructuosamente. Tengamos siempre presente los procesos fallidos de antaño, de los cuales varios contaron, de parte de las FARC, con los mismos negociadores que hoy se vuelven a sentar a la mesa. Son gente escéptica, que no se siente particularmente motivada para hacer la paz, por lo que es casi seguro que el avance será muy lento. Eso sí, mantengámonos firmes en exigirle al Gobierno que no haga, por muy fuertemente que insista la guerrilla, concesiones demasiado generosas, por no decir estúpidas. Eso sería la perdición, el fin de toda opción de avance.

Y, por último, deseo que esto no termine siendo trampolín político ni para las Piedades ni para los Uribes que, como buitres, quieran alimentarse del cadáver de una negociación difunta.

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