jueves, 24 de diciembre de 2015

El leopardo y el camello

La guerra civil siria ha acaparado los titulares de los más importantes medios de comunicación mundiales, no sólo a raíz del carácter cruento de la misma (más de 200.000 muertos a la fecha) sino por las repercusiones que ha tenido internacionalmente, como las sucesivas oleadas de refugiados sirios que han llegado a Europa y los ataques terroristas que uno de los bandos involucrados, Daesh, ha perpetrado en lugares como París, Ankara, Beirut, la península del Sinaí y Túnez. A nivel político-militar, la atención ha estado centrada en la forma cómo las grandes potencias (Estados Unidos, Francia, Rusia, Reino Unido, China) se han ido involucrando gradualmente en este conflicto. Pero pocos han reparado en otra pugna que tiene tanto a la guerra civil siria como al conflicto que está teniendo lugar en Yemen como sus más cruentos escenarios. Sus protagonistas son dos potencias ya no globales, sino regionales. Para contextualizar esta pugna, es preciso remitirse al más antiguo de los conflictos que existen al interior del mundo musulmán.