lunes, 30 de septiembre de 2013

Goles en paz

Tal vez el tema que más ha generado debate en redes sociales y otros escenarios en días recientes es el asunto de la violencia ligada al fútbol en Colombia, a raíz de los asesinatos de varias personas en los que la pertenencia a la hinchada de un equipo ha sido, aparentemente, el móvil de los crímenes. Se ha hablado mucho de seguir el ejemplo de Inglaterra a finales de los 80 y comienzos de los 90, cuando la situación de violencia llevó a la redacción del Informe Taylor y a la promulgación del Football Spectators Act y del Football Offences Act, tras de lo cual no ha vuelto a ocurrir ningún incidente grave en canchas inglesas. Más allá de lo conveniente o no de imitar la medida (en particular, me parecería muy efectivo sancionar a los líderes negativos de las barras con la prohibición de pisar un estadio de fútbol), me parece importante mirar la actitud con la que las autoridades están tratando el tema de las barras de fútbol aquí en Bogotá.



Durante muchos años funcionó, con el apoyo del Distrito, un programa llamado Goles En Paz, liderado por el sacerdote Alirio López. Su objetivo era desarrollar espacios de convivencia sana entre barras de Millonarios y Santa Fe (dando también atención a barras de otros equipos presentes en la capital), buscando inculcar la idea de que no es necesaria la agresión para demostrar la fidelidad al equipo de los afectos de cada quien. El programa fue en buena medida exitoso y logró reducir considerablemente los episodios violentos en el estadio El Campín y zonas aledañas. Sin embargo, y a pesar de que prometió fortalecerlo, el actual gobierno local encabezado por el alcalde Gustavo Petro decidió suspender el programa. Las razones se desconocen, y el propio López, en entrevista para RCN Radio, manifestó que ha intentado reunirse con Petro en varias ocasiones pero este no le ha concedido audiencia.

Contrasta esta actitud con otras aproximaciones que la administración Petro ha tenido con respecto al tema fútbol. En el 2012 los equipos de Bogotá tuvieron una actuación sobresaliente, saliendo campeón Santa Fe en el primer semestre y Millonarios en el segundo. Luego de haber obtenido estos importantes resultados, el Distrito decidió convertirse en patrocinador por un monto de 1.400 millones de pesos anuales, decisión a la cual se le hizo bastante divulgación. Las redes sociales no estuvieron exentas de ello y allí también empezó a hacerse campaña exaltando a los equipos capitalinos, tanto desde la cuenta del alcalde (@petrogustavo) como desde cuentas más "institucionales" como @BogotaHumanaYa. El principal grupo objetivo de este tipo de campaña, naturalmente, son las barras, que es donde más fervor se siente por Millonarios y Santa Fe. Aquellas no se han quedado mudas al respecto y han desplegado muestras de apoyo al alcalde.

¿Por qué entonces mientras se suspenden los programas para generar civismo entre las barras de fútbol se excitan las pasiones que justamente conducen a hechos de agresión? ¿Qué pretende el gobierno distrital con estas posturas? El hecho de que se esté apuntando exclusivamente a la emotividad que despierta el fútbol me lleva a sospechar lo peor: que se esté buscando generar popularidad entre el segmento de la población local que conforman las barras con miras a obtener en el futuro réditos políticos. Desafortunadamente, en el año y nueve meses que lleva Petro como burgomaestre muchas decisiones parecen haber sido tomadas por criterios más políticos que técnicos, y por ello preocupa que el tema fútbol esté en riesgo de seguir por el mismo derrotero. Deja un mal sabor de boca, pues, que pueda estarse dándole excesiva ligereza al trato de un tema tan problemático como lo es el de violencia ligada al deporte.

Otra hipótesis no menos lamentable es que Petro esté pensando en reabrir el programa, pero de manera tal que él cobre todo el crédito y la opinión pública olvide lo hecho en años anteriores. Ya se han visto casos anteriormente en los que se evidenció la intención por parte del alcalde de "reinventar la historia". Por poner un ejemplo, Petro a veces intenta dar una imagen que haría pensar que la defensa de la bicicleta y del peatón empezó con él, cuando ya en tiempos de las alcaldías de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa esa política estaba establecida claramente (y, si buscamos más atrás en el tiempo, seguro encontramos otros ejemplos). Esto también tendría que ver con el talante de Petro de tener los réditos políticos siempre en mente. Yo, por mi parte, espero de todo corazón estar equivocado y qué este no sea el motivo que impulse al gobierno local a tomar las decisiones que ha tomado.

En todo caso, esperamos, pues, que muy pronto el alcalde Petro deje su negativa a reunirse con el padre López y juntos revivan un programa que, junto con las medidas jurídicas y de policía necesarias, es clave para resolver un tema que ya tiene desesperada a la mayoría de la población bogotana. Hasta alcaldes que en todo lo demás fueron un desastre, como Samuel Moreno, lograron comprender el valor de Goles En Paz. No veo, pues, por qué cerrarle las puertas a un proyecto que hasta la misma "Bogotá Humana" en su momento reconoció su valor. Un hombre como Gustavo Petro, declarado promotor de la paz con las FARC, mal haría si no promueve lo mismo entre barras. Y si en últimas lo que le importa es su imagen, que se convenza de que partidarios y detractores aplaudirían al unísono si da todo de su parte para que finalmente podamos ver, como en tiempos ya idos, verdaderos goles en paz.

1 comentario:

  1. Juan, estoy de acuerdo con las hipótesis planteadas. El gobierno local no ha dado muestras de coherencia y capacidad de gestión para ejecutar el mandato dado por la ciudadanía. Eso sumado al triste legado de las nefastas administraciones recientes que solamente sentaron las bases burocráticas que el mandatario actual se ha encargado de seguir cebando para la continuidad de su agenda del caos. Es en esa lógica que el alcalde acabó con Goles en Paz para patrocinar, con dineros públicos, los equipos que convocan a un nicho electoral desatendido y tal vez tradicionalmente apático políticamente, que ahora será fiel a su patrocinador en las urnas.
    Eso sumado a una realidad social plagada de desigualdades y marginaciones que hacen para muchos que su ámbito de identidad, pertenencia, reivindicación sea una horda del color de su preferencia, sin alternativas en educación, cultura, trabajo, esparcimiento. Al identificar estos grupos es cuando los politiqueros entran en frenesí a hacer sus cálculos de votos, aspiraciones de poder, réditos económicos y en este caso queda claro cual fue el resultado, en detrimento del fútbol, de la cultura ciudadana, de la ciudadanía.

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