viernes, 27 de diciembre de 2013

Las enseñanzas de Africa

Si algo resalta en los medios de comunicación colombianos es la pobreza con la que se tratan los temas internacionales más allá de lo que esté pasando en nuestros "socios naturales" (léase Estados Unidos y Venezuela). Generalmente el cubrimiento se reduce a alguna noticia escabrosa de un desastre natural o un accidente aéreo, en escándalo de corte sexual y uno que otro video "loco" de Youtube. Debido a esta orientación hacia lo puramente banal o sensacionalista el televidente promedio no se entera de lo que pasa en regiones que, desde distintos puntos de vista, guarda muchas similitudes con América Latina. Hoy quisiera hablar un poco sobre ese gigante desconocido que es Africa.



Al igual que nosotros, el continente africano fue presa de la codicia de varias potencias imperialistas europeas que no veían allí más que una fuente inagotable de recursos para su propio provecho, y a sus pueblos como mera mano de obra barata que habría de extraer esos recursos. Pero mientras América Latina fue colonia europea en tiempos del mercantilismo, a Africa le tocó sufrir la presión de las diferentes etapas de la industrialización de sus metrópolis, con su demencial demanda de materia prima. En Berlín las potencias demarcaron arbitrariamente las zonas en las que iban a extraer sin piedad alguna el caucho y el carbón, a veces separando miembros de una misma etnia y en otras juntando a etnias con enemistades de siglos de antigüedad. Cuando el desastre de las dos guerras mundiales extenuó a británicos, alemanes, franceses e italianos, las viejas colonias con sus absurdas fronteras devinieron en Estados, con las nefastas consecuencias que se han visto en años recientes.

Mientras escribo estas líneas, dos países arden en medio de conflictos originados en diferencias étnico-culturales. En la otrora francesa República Centroafricana, se ven los efectos de estar en una frontera entre el norte árabe y musulmán y el Africa subsahariana cristiana y bantú. Los musulmanes son minoría pero son pastores prósperos. El gobierno de Francois Bozizé fue acusado de perseguirlos, y una coalición de grupos rebeldes musulmanes, conocidos como Séléka y dirigidos por Michel Djotodia se alzó en armas, derrocó a Bozizé y tomó la capital, Bangui, hace 9 meses. En septiembre de 2013 Djotodia declaró a Séléka disuelta, pero sus antiguos miembros siguiendo lanzando ataques contra los cristianos del país, robando, violando y matando a machetazo limpio. La reacción cristiana no se hizo esperar y grupos autodenominados "anti-balaka" (anti-machete) empezaron a cometer toda suerte de atrocidades contra cuanto musulmán encontraban. Ahora el país desciende en una espiral de violencia étnico-religiosa que tiene todo para desembocar en genocidio, y las tropas enviadas por Francia para controlar la situación (en un gesto abiertamente neo-colonialista) han sido incapaces de lograr su cometido. Además de los miles de muertos, alrededor de 400.000 personas han sido desplazadas y hay crisis en materia no sólo de órden público sino en materia sanitaria y educativa también.

Sus vecinos en el algún día británico Sudán del Sur no están mucho mejor. El país más joven del mundo se independizó de Sudán en 2011 con apoyo de Occidente en un intento de poner fin a un conflicto de tipo étnico entre pueblos del norte y del sur que había causado dos guerras civiles terribles. Pero dentro del Sudán del Sur también hay diversidad étnica, y al parecer la unidad que generaba el enemigo común del norte se desvaneció. Las dos etnias principales del país son la Dinka y la Nuer, que estaban representadas en el primer gobierno independiente por el presidente Salva Kiir y por el vicepresidente Riek Machar, respectivamente. Sin embargo, en julio de este año repentinamente Kiir disolvió todo su gabinete, incluido Machar, bajo el pretexto de reducir el tamaño del gobierno. Pronto empezaron las acusaciones. Machar señaló a Kiir de querer instaurar una dictadura y éste acuso a su ex vicepresidente de quererlo derrocar. El conflicto entre los dos hombres ya se extendió a sus respectivas etnias, y los soldados del régimen comenzaron hace unos días a apresar y a disparar contra la población Nuer en la capital, Juba, y ya los muertos se cuentan por centenares. Estados Unidos y Gran Bretaña han realizado operativos para evacuar a sus ciudadanos en Sudán del Sur, mientras la ONU prepara una fuerza de paz de unos 13.000 hombres para entrar al país. Sería interesante ver si parte de esta fuerza puede desplazarse un poco más al oeste y también colaborar a frenar la barbarie en la República Centroafricana.

Los dos casos antes citados son una muestra del desastre post-colonial en el que buena parte del llamado "continente negro" ha estado sumida. Y seguramente muchos de nosotros ya tenemos una imagen de la Africa del último medio siglo que es justamente eso: conflictos étnicos, atrocidades, Estados fallidos, crisis humanitarias. Pero afortunadamente hay casos que no sólo se salen de esa norma sino que también en muchos aspectos deberían ser caso de estudio en América Latina, porque son países con indicadores que muchos de este lado del Atlántico quisiéramos tener.

Botswana es un país del sur africano que logró su independencia del Reino Unido en 1966. Desde ese entonces, y de manera ininterrumpida, ha celebrado elecciones que, según el criterio de diversas ONGs políticas, han sido libres y justas. Nunca un golpe de Estado, nunca una guerra civil, nunca un intento de resolver las cosas a las malas. Esta estabilidad política ha sido pieza fundamental para que el país experimentara uno de los fenómenos de crecimiento más impresionantes de la historia, ante el cual incluso los logros de China palidecen. Desde su independencia hasta 1999, por un período de más de 30 años, la economía de Botswana creció a un promedio anual de 9%, logrando que el PIB per cápita pasara de míseros 70 dólares a los 16.800 dólares que alcanzó el año pasado. Es considerado un excelente destino para invertir, tiene una muy responsable política fiscal y uno de los sistemas bancarios más desarrollados de Africa. Gracias a todo esto Standard & Poor's le ha dado una calificación de riesgo crediticio de A-, algo que muchos Estados latinoamericanos envidiarían. Y no sólo han logrado todo esto sin matarse, sino al parecer también sin robar, porque Transparencia Internacional le asignó un índice de percepción de corrupción de 65, el mejor de toda Africa y también por encima de casi toda nuestra región. Bostwana es un país ejemplar en muchos aspectos, aunque también tiene sus lunares: un Gini excesivamente alto (63) que lo hace uno de los lugares más desiguales del mundo (junto con Colombia), y una enorme dependencia en un solo producto de exportación, los diamantes. Si logra superar estos dos escollos, darían ganas de irse a vivir allá.

El caso de Ghana, si bien no es tan destacable como el de Botswana, también merece ser revisado. Este país fue el pionero del proceso descolonizador en Africa, al declarar su independencia en 1957, bajo la dirección de Kwane Nkrumah, uno de esos caudillos de la época que, en aras de oponerse a un orden mundial bipolar, crearon el Movimiento de los No Alineados, así como un impulsor del pan-africanismo. El haber sido pionero en todos estos temas hizo de Ghana un líder regional. Nkrumah, lamentablemente, se enamoró de su propia leyenda y se volvió cada vez más autoritario y excluyente, ganándose enemigos que finalmente propiciarion su derrocamiento en 1966, que dio inicio a un largo período de inestabilidad política. Parecía que Ghana iba a seguir el mismo derrotero que buena parte del Africa subsahariana, pero la presión internacional forzó al gobierno autoritario a someter a referendo una constitución democrática en 1992, la cual recibió el 92% de aprobación. Desde ese entonces se han celebrado elecciones libres y transparentes y sus indicadores han mejorado, convirtiéndose en uno de los países menos corruptos de Africa así como una economía de ingreso medio al igual que Botswana, alcanzando un sobresaliente crecimiento de 8.7% en 2012. Dada su condición de líder en la región del Africa occidental, su ejemplo de democracia estable de ya dos décadas es clave para propagar el desarrollo democrático entre vecinos como Sierra Leona, Liberia, Togo y Costa de Marfil. En cuanto a la economía, al aplicar una combinación entre explotación de riquezas minerales y una apuesta por los productos tecnológicos, con un modelo similar al taiwanés, es posible que Ghana mejore sus indicadores y de aquí a 2020, si se mantiene la estabilidad, este país este a la altura de Botswana y se convierta en ejemplo transregional.

De lo claro y oscuro del continente africano se extraen muchas enseñanzas. Colombia ha gozado de una estabilidad institucional que la haría pasar como la Botswana latinoamericana, pero al mismo tiempo tenemos un conflicto armado que hace que el desarrollo no llegue a muchas regiones, algunas de las cuales viven en condiciones propias de la República Centroafricana. No hemos caído en la trampa del autoritarismo. Tenemos entonces que salir también de la trampa de la violencia. Que el proceso de paz llegue a buen término nos dejaría cada vez más cerca de lograr indicadores que nos hagan envidia regional. No hacerlo nos mantendrá siempre al borde de la condición de Estado fallido. Y la verdad es que no queremos que un día termine una fuerza de paz haciendo por nosotros lo que no fuimos capaces de hacerlo.

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